Sunday, November 26, 2006

Diario de los nueve años [18-01-94]



Página I
Hoy, nos levantamos a las 12 menos 5 minutos. Me puse a mirar “Blanco y negro” este programa me gusta bastante (claro que no me gusta cuando les cambian las voces). Luego jugue un poco, pero después víno mi mamá y me dijo que teníamos que ir al supermercado Disco. Mi mamá agarro el changuito la bolsa con las botellas de cerveza Quilmes, mi mamá apago la luz y nos fuimos llegamos a Disco. Es una de las pocas veces que me divierto en el mercado, porque corrimos mucho y me compre algunas cosas
Página II
Volvimos del supermercado, pensabamos yo con mi hermano Rodrigo alquilar “Las tortugas ninjas III”, pero el video club estaba cerrado.
Llegamos a casa a las cuatro y veinte prendi la tele estaban transmitiendo “El inspector Gadget” pero a los diez minutos termino porque ya había comenzado. Después empezaron “Los campeones” es unos de mis programas preferidos, este dibujito tuvo mucho exito por eso lo volvieron a dar, es de futbol. Despues me puse a mirar Disney en este programa daban dos series Blossom y Teen Angel.
Página III
Finalizado Disney empeze a mirar “El chavo del ocho”, es muy divertido me hace reír mucho ya que Quico, el Chavo, Ramón y otros más, hacen chistes muy buenos. El Chavo (para mí) es el mejor personaje. Despues El Chapulin Colorado que lo dan en el mismo programa, mi hermano Rodrigo imita al Chapulin esto es lo que imita es esto: -“no contaban con mi astucia” y “siganme los buenos”, (olvidaba el Dr. Chapatin).
Hoy a la tarde comimos pancho, mi hermano me descubrio comiendome su pan con lever.
Me encantan los libros de terror y más de la escritora Elsa Borneman.
Página IV
Ayer estuvimos paseando y encontramos un acuario. Era muy lindo, siempre me gustaron los axolotes alvinos o los comunes, el axolote es una clase de pez anfibio. Bueno pero sigo contando sobre el acuario, había viboras y muchos peces. Salimos del acuario y fuimos a una maderera por una cuestion de nuestro placard. Al irnos en un negocio le pedi a mi mamá si me compraba un jueguito y me lo compro ya que era barato, $1,50. El juego se llamaba Insect game. Despues volvimos a casa.
Olvide decir que tambíen me gustan los libros de aventuras.
Página V
Voy a nombrar los nombres de mis nuevos libros de aventuras: La ciudad que no existía, La boveda invisible y por ultimo El que volvía de lejos el escritor de estos tres libros se llama: Philipe Ebly; tambien voy a decir los nombres de mis libros de terror (los nuevos y los viejos de terror) son: Socorro, Terror en el parque de diversiones y Queridos monstruos. El primer libro que nombre y el ultimo, estan escritos por Elsa Borneman. Hoy mi hermano le pidio a mi mama si podiamos ir a la plaza para andar en bicicleta pero algo retrazo la salida.
Página VI
Voy a contar porque se retraso la salida. Mi hermano se meo encima entonces mi mamá lo reto. Ese fue el retrazo. Por fin salimos cruzamos la calle y llegamos, la plaza se llama Crizologo Larralde. Rodrigo encontro a su amigo Nahuel, yo estuve en el arenero jugando (medio aburrido) yo le decía a mi mamá que nos vayamos y despues nos fuimos cruzamos y estaba mi papá y yo fui el que lo vío. Fui corriendo, trate de abrazarlo por sorpresa pero se dio vuelta, de todas maneras lo abraze tenía una gorra nueva era la de su tio le decimos “Chano”.
Página VII
Mi tio abuelo es “Chano” y el otro Julian. “Chano” en verdad se llama Ponciano, no voy hablar mas de mis tios abuelos.
Subimos al departamento, mi papá puso el ventilador y prendio la T. V., como casi siempre puso el noticiero en el canal 2. Mamá puso la comida, hoy a la noche comimos vacío y ensalada. Comimos tambíen de postre, postrecito Nesquik de dulce de leche.
Luego con mi mamá fuimos a buscar la pelicula Las tortugas ninjas III. estuvo muy buena. Yo le pregunte a mi mamá si podía comer Pringles y me dijo que no.
Página VIII (19-01-94)
12 y 13 de la mañana y yo estoy despierto y mi mamá prendío la radio. Ahora me voy a dormir.
Hoy me levante a las 7 y 30 de la mañana, pense que era mas temprano. Mi mamá estaba lavando al ropa, mientras tenía la radio prendida. Mi hermano Rodrigo esta mirando de nuevo Las tortugas ninjas III y yo me puse a mirar tambien.

Saturday, November 25, 2006

Está de penumbras


Prolongo las horas de sueño para postergar la tristeza que puja por pasearse sobre mi vigilia. Me levanto a las cinco de la tarde del sábado y llega, abundante. Parece inevitable. Es inevitable. Voy hasta el balcón para observar la ciudad que hoy tiene un día gris. Coincide conmigo el día, pienso. Las imágenes del día anterior me toman por asalto y me reducen. Recuerdo que no hice nada de lo que quería. También recuerdo la torpeza de mi lenguaje. Todas estas cosas no se van. Hoy no se van a ir, esto lo sé.
Devora las tristezas la costumbre y tranquiliza. Bien, esto es algo. Funciona así. Pero la costumbre se toma su tiempo para la digestión y en ese lapso el mundo se me viene abajo. Exagero todo, esto también lo sé. De todos modos, me pregunto que es peor. Si curtirse pasivo o gritar enfático. Ayer no fui nada. Me hundí solito.
Recién recibo una llamada de N y me cuenta de su noche de aciertos. Hay en sus palabras ansiedad y alegría. Su noche es el reverso de la mía. Equilibra las fuerzas el mundo y armoniza. En ese fabuloso proceso estoy yo. La cosa es así: si a vos te fue tan bien a mí me fue muy mal. Bendita balanza que me reserva lo peor. Irónica, se me escapa una sonrisa ante la estupidez de este razonamiento.
Quiero contar que estoy casi desnudo, con el pelo revuelto y la lengua pegajosa. Deseo decir que llega un viento frío que me pone la piel de gallina a la vez que sacude las cortinas blancas de la pieza. Todo esto no tiene nada de poético, aclaro, por las dudas. Tengo frío, estoy en bolas y encima no comí una mierda todavía. Ahora compro unas galletas y me hago un café. Esta idea me gusta.
La concha de mi madre, murmuro. Igual que ayer, murmuro la concha de mi madre.
Veneno triste el que tengo adentro.
Farsa soy.
Ja, ja.

Monday, November 20, 2006

San Justo, abril de 1952

A nuestra curiosidad ...

No me hace falta leer la nota para saber.
Todo este tiempo no fue más que una espera pasiva, enferma. Cada vez que hacía el camino del bar hasta casa, imaginaba el posible escenario y sin embargo, ella seguía estando ahí: la encontraba despierta, fumando marihuana y escuchando algún disco de los míos. En otras ocasiones la hallaba semi desnuda, ocupando toda la cama con sus brazos y piernas mientras dormía. Cuando era así, la dejaba en los sueños y me dirigía al depósito para recostarme sobre la lana blanca. Al otro día, Viviana me arrojaba un poco de agua turbia en la cara y yo me despertaba sobresaltado. Alguna vez pensé en insultarla, si, pero su mirada esquiva, decepcionada, me demostraba que quien había llegado en dudosas condiciones, a cualquier hora, era yo. Las mañanas me ofrecían una imagen repetida: ella acomodaba en los compartimentos lo esquilado el día anterior y yo, embotado, con la cabeza zumbando, contemplaba como el agua marrón se escurría por la lana, ensuciándola.
Viviana es la que firma. Puedo ver la nota pegada sobre el espejo y no necesito leerla para intuir lo que dice. Ella jamás dijo nada, fiel a su estilo, sólo me dejó unas líneas que se adivinan borrosas desde acá. Tampoco habló demasiado el día que su padre, al cual nunca había conocido, murió para legarle la casa de San Justo. Promediaba el año 1950 cuando abandonamos el apartamento de Caballito para mudarnos al nuevo hogar y enterarnos allí mismo que heredábamos aparte de la casa, un importante criadero de ganado merino. Aún puedo evocar la indiferencia de Viviana ante los balidos de los animales que veíamos por primera vez, algunos blancos y otros negros. Esa misma noche busqué la palabra oveja en el diccionario y le leí: mamífero rumiante de la familia bóvidos, el macho es el carnero, y la cría, el cordero. Riman, dijo ella. No entendí y entonces aclaró: riman, carnero y cordero riman, es como un versito. Me sentí ofendido y le dije que igual no tenía relevancia porque íbamos a venderlas. Ella dijo no. Discutimos. Aquella conversación decidió nuestras actividades laborales hasta hoy. Nos adentramos en el negocio de la lana sin tomar conciencia plena de ello. Viviana empezó a trabajar con dedicación, y yo, que los primeros meses me permití mostrar entusiasmo, comencé a odiar a esos bichos por los cuales había descuidado la fotografía. Ahora la cámara y el material para la muestra que nunca fue, están en el placard, en una caja de cartón, recolectando la tierra que viene de la calle cuando se levanta el viento.
San Justo es una mierda, siempre lo supe, pero en su momento Viviana me convenció con argumentos llenos de mansedumbre. Tratando de escapar de la ciudad y con la excusa de potenciales paisajes bucólicos para mi colección me dejé llevar por ella. Planifiqué las cosas bajo la influencia de un idealismo sonso, cercano al amor. Acá no hay nada más que tierra, arbustos, viento y centenares de ovejas en el patio de la casa. En dos años no saqué una puta foto.
Hay nada, no hay Viviana.
Sobre el espejo, la nota se zarandea en acostado espacio. La corriente que se cuela a través de las ventanas abiertas es la causa. El mismo viento acerca y aleja los berridos de las ovejas. Ahí los escucho. Ahora no. Ahí de nuevo. Si, lo mismo que el sábado de la semana pasada: me llegó ligero un sollozo, como infiltrado entre tanto lenguaje de oveja. Pensé que lloraban también algunas, porque no, pensé que me había parecido eso. Me resistí a saber que Viviana lloraba mucho en mi ausencia. Y en el último año casi que no estuve más que en el bar. Estaba con Picheuta, estaba con Forlani, estaba con Dominga. No estaba.
Hoy llegué al mediodía y estaba la nota y no estaba Viviana. Y que puedo hacer ahora me pregunté. Y que puedo hacer me pregunto. Nada, volver al bar. Si, ya me voy de nuevo.
Pero antes abro el corral para que se vayan todas a la concha de su madre. En una de esas, mientras se van, les sacó una foto. Para la muestra o de recuerdo nomás.


Saturday, November 18, 2006

Separata



Es sabido que Charly se pega el faltazo y cientos de espectadores lo esperan al pedo. Lo que muchos no saben, es que el amigo García hizo su declaración de principios en el año 78. La canción, de título sugestivo, se llama Separata y forma parte del primer disco de Serú Girán. Me gusta porque, leída desde la actualidad, parece decirnos algo así como: "yo ya te había avisado...". Bueno, basta de tole-tole. Aquí tienen la letra.

Algo raro me estaba pasando en el hotel
estaba solo
tan solo como un hombre a veces debe de estar.
Sabía que casa, mi casa
estaba lejos, lejos, lejos de todo
y faltaba poco para subir otra vez a tocar.

Y tal vez
no tuve ganas de verlos,
de estar con ustedes,
y quedé
solo en mi cuarto
leyendo de un ave
que vuela y no muere.

Tuesday, November 14, 2006

El judío de la suerte


El judío nos dice:

Ahorrense el llanto

dejenlo del cuerpo hacia adentro.

Thursday, November 09, 2006

Victoria y la última frase



"...y lo dejé todo por esta soledad..."
García / Spinetta

Escribía líneas cortas en la libreta para resumir algún momento. Cada una de ellas aseguraba la permanencia de situaciones a las que cada tanto necesitaba volver. Lo hice muy seguido durante mucho tiempo hasta que una vez me aburrí. Guardé la libreta en un baúl lleno de otras cosas no menos estúpidas y me dediqué a olvidar los días que antes tanto deseaba recordar.
Cuando conocí a Victoria empezamos a contarnos nuestras vidas. Al principio ella escuchaba con atención lo que yo decía y transcurrían fluidas nuestras horas. Después eso comenzó a cambiar. Me parecía que Victoria no me tragaba del todo. Los silencios incómodos desafiaban nuestra temprana relación y el miedo a que todo finalizara me tenía muy nervioso. A las cosas las sospechaba finitas y la angustia era una compañía inevitable.
No sé muy bien cómo se dio, pero una tarde saqué la libreta de su calma, la guarde en la mochila y pasé a buscar a Victoria por la casa. Sentados en el banco de un parque le leí una frase, la primera, en voz alta: Nos atrincheramos en el verde del patio y los monstruos se fueron acercando. Ella sonrió y fue la tranquilidad de haberla recuperado. Aquella lectura había actuado de prodigio. No importaba lo que hiciéramos, bastaba con que leyéramos una línea de la libreta para que se justificara cada encuentro. Una por vez. Victoria preguntaba sobre el sentido de mis palabras y arriesgaba interpretaciones. Yo le contaba un poco lo que había querido expresar y me sentía en el cielo. Ella iba memorizando las frases y las relacionaba adivinando las significaciones posibles, algunas, debo decir, inimaginadas por mí pero sencillas e ingeniosas. Nunca llegué a saber demasiado sobre el mundo interior de Victoria, pero estoy seguro de que esos días se manifestaba distinta y me dejaba ver más de lo acostumbrado. Cada frase de la libreta descansaba en Victoria, lo cual me hacía feliz. Aquellos fueron los mejores ratos que obtuve de ella.
Pasado un tiempo volvió la intranquilidad. Me perseguía el inevitable hecho de que tarde o temprano las frases se iban a terminar. A veces soñaba que Victoria me mostraba acusadora una hoja en blanco y yo me largaba a llorar como un idiota. Otras veces me negaba su sexo.
De cualquier modo, nos seguíamos viendo y ella parecía estar cada vez mejor conmigo. Me llamaba varias veces en un mismo día, incluso solo para decirme que me quería mucho. Yo no podía soportar la presión. Me sentía un farsante, un producto descartable que pronto sería arrojado a la basura. No era capaz de pensar en otra cosa que no fuera la última frase. Inexorable, sin que ella lo supiera, llegó la noche en que leí la última anotación de la libreta. Me dijo que le encantaba y nos fuimos a la cama directamente. Pensé que iba a ser la última vez y me apliqué por entero a su cuerpo.
Los días siguientes, aplacé varias salidas con excusas tontas que Victoria parecía creer sin chistar. Eran soluciones de paso. Tenía muy en claro que no podía seguir así. Era costumbre encontrarnos casi todos los días de la semana y ya llevábamos unos seis, sólo hablando por teléfono. A esa altura las prorrogas no daban para más y arreglé que nos juntábamos el domingo a la tarde en el mismo parque de la primera vez.
Llegué mas temprano que ella, dispuesto a confesarle la verdad acerca de las frases. Sin embargo, cuando a la distancia la vi llegar garabatee rápido unas palabras en la libreta. Se sentó sobre mis piernas para ponerme al tanto de cosas que no recuerdo porque no las escuché. Estaba dedicado a esperar el indefectible instante ideal para la lectura, instante que siempre arribaba en los momentos en que los besos y las palabras se tomaban un descanso. Aquella tarde no fue la excepción y el silencio, condición indispensable, se hizo presente. Nos miramos, junté aire y leí: El viento, ya tarde, sopla sobre una casa derrumbada. Victoria opinó que era por mucho mi mejor frase y me besó. Un beso largo. En ese instante aparecieron en mi cabeza las siguientes tonterías que yo iba a escribir en el futuro.
Unos meses después arrojé la libreta en un mingitorio y dejé a Victoria.

Wednesday, November 01, 2006

Las tres muertes de Prado

Muerte 1: Sur de la provincia de Buenos Aires

Lorenzo baja del auto y se dirige hacia la casa de Prado porque tiene que matarlo. Parece que Prado no se ha comportado muy bien que digamos con Paz y por lo tanto Lorenzo tiene que acabar con la vida de Prado. No hay tiempo para las disculpas. Prado está por morir: hizo muy mal las cosas.
Lorenzo lleva puesto un bigote postizo y unos anteojos oscuros. Cruza el portón y llega al recibimiento de la casa de su objetivo. Toca la puerta con el puño cerrado. No hay timbres en el barrio. Prado acude al llamado y abre distraído. Sin perder un instante Lorenzo lo apuñala en la boca del estomago. Un chorro de sangre tibia fluye por su mano. Primero se limpia y después seca el arma asesina con un pañuelo blanco. Prado se retuerce en el suelo. Delira afiebrado y recuerda de modo inconexo fragmentos de su vida.
Lorenzo le dedica una última mirada y se retira tranquilo.


Muerte 2: Tilcara, Jujuy

Años mas tarde Lorenzo se pasea por Tilcara. Es de noche y asiste a una reunión organizada por Peña que es un hombre del riñón de Paz. “La peña de Peña” se llama el lugar. Lorenzo es un porteño relajado y no se haya habituado a las costumbres regionales, pero hoy se acomoda al folklore y sobre todo al vino patero. Ha bebido más de la cuenta y las cosas se le tornan difusas a la vista. Está embriagado por las virtudes del dulzor y el acelerado ritmo de un bombo legüero.
De pronto, impulsado por una fugaz curiosidad, se le ocurre observar con mayor detenimiento al hombre que ejecuta el instrumento. La sorpresa no es menor: el músico que han presentado con el nombre de Julián Pratola se asemeja demasiado a Prado. Parece difícil no advertir la presencia de ciertos rasgos marcados. Lorenzo, a pesar de su estado, recuerda con exactitud a cada una de sus víctimas. “Este es Prado” se dice a sí mismo. Confundido por el alcohol y lo inesperado del momento se acerca a Peña que anda por ahí con sus mujeres. Le comenta las sospechas. “Hacelo mierda” le dice este. Lorenzo asiente con la cabeza y se dedica a esperar el instante oportuno.
Mientras tanto, Julián Pratola toca y canta con desenfreno. Hasta en eso se parece al supuesto difunto. Prado había “cantado” en perjuicio de Paz hace unos años. En desmedro de la paz de Paz decían los hombres de Paz. Que mencionemos de paso, eran hombres mas ligados a la batalla que a la paz.
El espectáculo finaliza entre aplausos y vitoreos efusivos para Pratola. Se despide emocionado, derramando lágrimas que él no sabe que debiera guardar para más adelante.

El resto se puede resumir en pocos renglones. Sale Pratola del lugar y unos metros atrás lo sigue Lorenzo. La estrellada noche tilcareña y sus modestas casas lo tiñen todo de mística belleza y sin embargo Prado va a morir de nuevo. Lorenzo susurra la palabra Prado y Pratola se da vuelta. “¿Quién carajo sos hijo de puta?” dice Prado y quizás ya tenga la intuición de que está sellando su segunda muerte. Lorenzo confirma sus sospechas y no hace más que repetir la ceremonia mortal. Puñal, estomago, sangre, pañuelo, ya se sabe...
Lorenzo vuelve a lo de Peña despejado por el aire y la muerte. Rato después llama por teléfono a Paz para contarle lo sucedido mientras pide otra botella de vino, por favor.

Muerte 3: Guatemala, Guatemala

Meses después Lorenzo se radica en Guatemala. En los últimos tiempos han perdido fuerza hombres que antes pisaban fuerte y eso no es nada conveniente para él. No tiene mas opción que modificar su apariencia y “guardarse” en Centroamérica a esperar el advenimiento de tiempos mejores para volver. Matar sin problemas es contextual y él lo sabe. Matar sin problemas es un tema geográfico y esto también lo sabe. En Guatemala surgen cada tanto algunos encargos livianos y en eso está.
El tiempo libre lo arrastra a la diversión nocturna. Es jueves a la medianoche: día de satisfacción para Lorenzo. Su condición de extranjero recién llegado lo ha forzado a la soledad y antes que brindarse a la conquista artesanal prefiere utilizar unos ahorros que pueden hallar buen puerto hoy. Abandona la pensión, se sube a un taxi y reclama la zona roja. Sobre las veredas desfilan terceras opciones de hombros anchos y piernas fornidas. Lorenzo se inclina por una rubia a la que hace subir al taxi con un gesto de mano. No cruzan palabra hasta que llegan a un hotel barato.
Una vez adentro, la rubia comienza a desnudarlo sin oficio, parece nerviosa. Lorenzo se propone paternal y se anima al diálogo: “¿Cómo te llamas?”. La rubia se quita la escasa vestimenta y responde en tono grave al decir Juliana. Lorenzo reconoce la voz. Luego contempla dos grandes cicatrices en el estómago que dibujan un techo a lo que cuelga debajo. Alza la vista y reconoce bajo la peluca rubia las facciones del eterno Prado.
Lorenzo disfruta media hora de los servicios de Prado.
Después le pega un tiro en la sien.