Friday, May 20, 2011

El giro zombi





Un viejo libro, amarronadas sus hojas, un libro de proletarios protagonistas nos depara en el último capítulo un viraje zombi. Uno viene leyendo acerca de las penurias de los desposeídos en tierras baldías, abandonadas por el sistema y su retórica del desarrollo, tramas del sufrimiento, cierta dignidad, algún no tan disimulado llamamiento a la acción. Se trata hasta ese momento de una buena lectura, quizás predecible en muchos de sus trazos, pero no despreciable. Al mismo tiempo, los giros, la inclinación por el que no tiene nada, desfila en esa línea siempre inquietante: ¿es piedad o es compromiso? ¿No será preferible una literatura cínica a una literatura piadosa, culpógena? ¿No será preferible una literatura del compromiso por los otros a una literatura del descreimiento absoluto? Uno está a punto de creerse la importancia de este debate que puede extraerse del viejo libro, cuando de pronto ahí está el giro zombi. Todos esos campesinos forzados, todos esos industriales desocupados, errantes en una pampa impiadosa se nos convierten en zombis que se dirigen a destruir la estancia del patrón. En el último capítulo, ese que no esperábamos, van todos sublevados, aunque con todas las torpezas del zombi, a destrozarle la casa al jefe de la zona y a matarlo si llega a estar ahí dentro. El mundo zombi nos viene de la penetración yanqui, hay esa cultura cinematográfica en el libro, pero los protagonistas son bien gauchos, son moreiras piqueteándole al dueño.
Uno no llega a conocer el final pues un fuerte viento se lleva las hojas del libro, viejo y débil, lo amarronado no era casual. Todas las hojas se van dispersando en el aire, arrastradas por un viento salvaje. Todas esas hojas tienen un destino incierto. Se pierden en los sueños y ya significan cualquier otra cosa. Apenas el impacto diferencial de ese brusco amanecer mutante nos permanece todo el relato en algún rincón de nuestra memoria hasta que una mañana de un viernes laboral nos decidimos a escribirlo. Y uno dice: "se llamará El giro zombi”.

Friday, May 06, 2011

La disputa por una nueva generación intelectual *





Por Emiliano Ruiz Díaz, integrante de La Juntada

A la memoria de David Viñas. Un intelectual irreverente.

“Lo converso con mis amigos y el 80% no lo ubica, lo semitienen en algún rincón de las imágenes del conciente pero no del todo. Les digo que es el fantasma de la tendencia que vuelve volando sobre los techos y sonríen como si les hablase de una película que no se va estrenar nunca porque falta pagar el master (…) Kirchner es otra cosa: insiste en dar cuenta de que esta no fue toda la historia. Que hay una última narración escondida en los mares del sur”
“Nestor Kirchner” de Nicolás Casullo[1] - 12 de mayo de 2002

Una suerte de primer momento en la construcción intelectual de la figura de Néstor Kirchner y por ende el kirchnerismo puede rastrearse con rigurosa visibilidad en la cita de Nicolás Casullo que da comienzo a este texto y cuya fecha es sugerente. No se trata de decir que esa pública idea de presidente montonero –se quiera algo bueno o algo malo– sea un constructo enteramente atribuible a la elucubraciones de un intelectual rodeado de probetas en su laboratorio; podemos incluso arriesgarnos y decir que fueron los propios medios hegemónicos y ciertas figuras orgánico-farandúlicas quiénes se encargaron tempranamente de hablar de la vuelta del zurdaje y epítetos similares. Aún así, ante esto último, dándole todo el desmedido lugar que ocupa en la comunidad la lógica comunicacional de los grupos económico-mediáticos concentrados, no estaríamos en presencia de una construcción intelectual como práctica específica, como intervención discursiva y políticamente posicionada en torno a una manera de decir, de apilar los ladrillos de una legitimidad y todos los símbolos, diplomas, instituciones y papeles de ocasión que vienen a darnos la seguridad de que nos hallamos frente a un hombre o un agrupamiento que ejerce la crítica y el pensamiento como praxis singular; lo cual, por el contrario, la cita del fallecido filósofo sí expresa.

El caso es que sin negar las múltiples huellas, queremos colocar la mirada sobre el papel de los intelectuales afines al kirchnerismo desde la práctica que los define como tales y es en este punto que podemos afirmar que la actual etapa de protagonismo polimórfico de figuras intelectuales oficialistas que ya lleva varios años propone cierto quiebre, cierta emergencia que implica la vuelta del debate intelectual a los primeros planos del transcurrir político nacional. Si bien muchos de los artistas, ensayistas, filósofos y académicos varios apoyaron desde sus inicios (el texto de Casullo es una prematura muestra) al proyecto presidencial iniciado en 2003, e incluso ocupando cargos de institucionalidad cultural, debemos a su vez notar que una especie de latencia incongruente, cierta dispersión de sus intervenciones que nunca dejaron de provenir de la cosa intelectual, vio finalizar sus desordenados días con la fundación de Carta Abierta como núcleo fundamental, como agrupamiento cuasi gremial de los famosos intelectuales K de los que suele hablar Clarín y otros sectores políticos de izquierda que no debieran repetir con tanta similitud la retórica del enemigo.

El llamado conflicto con el “campo” implicó un quiebre histórico de significatividad general. Para ese entonces la recomposición gubernativo-sistémica luego del jaqueo popular del 2001 permitió sin embargo la oportunidad para una serie de fracturas en el consenso por arriba en torno a determinados ámbitos de la esfera social sin que esto supusiera una puesta en peligro de ciertas bases compartidas –y recompuestas repetimos– por los sectores dominantes. Por estos tiempos se nos hacen completamente frecuentes el disco rayado de 678, las diversas y proliferantes publicaciones oficialistas (libros, revistas, periódicos), las muestras, los eventos culturales, homenajes y todos los ámbitos de los que participan desde la referencialidad de Carta Abierta (o en torno a) diferentes personalidades cuyas intervenciones no guardaban mayor relevancia o por lo menos no la misma que en el presente, antes de 2008. Quizás recordar que antes bastaba con el aliado Clarín para llegar principalmente a las frondosas capas medias con una idea simpatizante del proyecto presidencial nos puede refrescar la memoria y ayudar a entender algunas cosas. La inflexión política de aquel momento, la brusca baja de la popularidad presidencial de cuyo peso dio cuenta junio de 2009 en la provincia de Buenos Aires, arrojó por resultado una serie de cambios en determinadas políticas del amplio espectro oficialista que no le fueron esquivos a la disputa comunicacional y a la intelectual como parte importante de ésta, a la vez que con sus particularidades y tareas específicas.

Tal vez por esto, el estimulante libro de Omar Acha La nueva generación intelectual: incitaciones y ensayos, escrito antes de este resurgimiento de la intervención propiamente intelectual en la arena pública que señalamos en este artículo, hablaba de una vacancia: “el mejor índice de esa senilidad intelectual es su imposibilidad de coexistir en grupo, en voluntad compartida”[2]. En esta afirmación hay un evidente desajuste. Desde nuestro punto de vista queda claro que más allá de la opinión que nos merezca el proceso kirchnerista (y la nuestra no es de sus filas), no se puede negar esta suerte de vuelta del protagonismo intelectual, que al menos por comparación con tiempos precedentes se nos aparece como significativa. Justamente como no debemos negarla es que más allá de la crítica, compartimos los trazos más acertados y desafiantes del texto de Omar Acha cuando nos convoca a dar la disputa por una nueva generación intelectual cuya praxis desarrolle todo el potencial de la misma y en un sentido radical, apuntando a la subversión del orden capitalista vigente, haciendo la crítica de sus estructuras como eje vertebrador. Así, la praxis de figuras como Horacio González (director de la Biblioteca Nacional) pone la palabra intelectual en recovecos barrocos de los que puede ser habitual hacer alguna humorada cínica pero que ciertamente no deja de llamar desde una creatividad, una erudición, y complejidades para nada desdeñables, a la legitimación del gobierno kirchnerista apuntando, a la manera visionaria de Casullo, a sus zonas más llamativas por decirlo de algún modo, aquellas que hacen guiños populares. Allí aparece una tarea fina que presenta puntos de contacto con los propósitos seisieteochistas pero que en sus propia especificidad intelectual se distancia y diferencia de la burdificación, por momentos abusiva, en que ha incurrido últimamente este programa de la televisión pública, aun cuando el propio González u otros como Ricardo Forster desfilen asiduamente por su estudio. Hay innegablemente una tarea intelectual puesta en función de un modelo determinado que gusta de recorrer sus habitaciones más progresistas y que no se acaba en las paredes universitarias – lo cual ya es bastante y no menor– sino que además sale hacia afuera y dialoga con amplias capas sociales medias “ilustradas”. El éxito de ventas y de público de los escritores kirchnersitas en la Feria del Libro es un dato, el debate con Vargas Llosa, aunque acotado, también. Allí, sea como sea, desde nuestro punto de vista, hay una disputa que dar desde la izquierda radical
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Ante estos hechos y este escenario es que quiénes venimos sosteniendo la idea socialista-emancipatoria y que a su vez ejercemos prácticas intelectuales (y las creemos diversas, no únicamente librescas) debemos indagar en formas renovadas de nuestro decir y comunicar, no por mera jardinería, sino como la expresión necesaria de nuevos paradigmas, nuevas categorías que no se configuran como tales en el empezar de cero, en volver a inventar la rueda, sino en la amplitud y en la síntesis de las tradiciones teóricas revolucionarias de la historia entera y sobre todo la reciente. Creemos que necesitamos reconocer que en este terreno, al menos en el amplio sentido de la batalla, el kirchnerismo viene marcando la cancha, lo cual es en realidad apenas una expresión situada de su casi inminente triunfo en octubre de este año, es decir, un fenómeno más general. Una nueva generación intelectual de la izquierda revolucionaria tiene perdida esta batalla si no reconoce esta tarea. Si en una de esas adopta el buen tino de hacerlo pero todo lo que tiene para decir descansa en las grises y plomizas tardes de la ensalada panfletaria, con todo su ridículo dogma, entonces las cartas ya estarán, al menos por un largo rato, ya barajadas. Ni siquiera se trata de hablar con atisbos de “buena onda” o concesiones al sentido común en blogs, eso constituye apenas un teatro por las formas que puede venir peor o mejor según quien lo evalúe. La apuesta, al menos para nosotros, pasa por abrevar desde el pensamiento disruptivo en las transformaciones del lenguaje que sean el vehículo de transformaciones necesarias en las concepciones teóricas, necesariamente heterodoxas, que nos ayuden a pensar nuestra realidad para intervenir en ella. La respetabilidad de las grandes figuras intelectuales del kirchnerismo, por decirlo de algún modo, es en este momento ampliamente mayor de la que pueda tener cualquier intelectual proveniente de las izquierdas más tradicionales. En este camino, dispara y provoca Omar Acha:

“Fue un marxismo intelectualmente de derecha, si por derecha entendemos una comprensión del pensamiento que se atiene a una tradición sobre la que no tolera ninguna subversión (…) ¿Porqué el marxismo debería estar exento de revisión y la corrección más o menos graves, como sucede con el psicoanálisis o la teoría feminista?”[3]

La disputa por una nueva generación intelectual de izquierda ha comenzado en realidad hace un buen tiempo, no sólo en Argentina sino en todo el continente, al calor de recientes procesos transformadores que entran en etapas clave de su desarrollo y no sin ambigüedades. El copamiento del espacio intelectual, al menos el más resonante, por parte del kirchnerismo en todo caso nos interpela a la reflexión profunda y a tomar nota del asunto, quizás también nos llame a acelerar algunos tiempos, fundar entusiastas agrupamientos y a revisar algunos análisis triunfalistas o negadores (que son dos formas de referirse a lo mismo). Los microclimas suelen ser asfixiantes. Las palabras iniciales de un rotundo pensador como Casullo pueden servirnos, sin desbordarnos en los alcances, para pensar desde apenas una recortada muestra en la importancia del rol de estos intelectuales a la hora de construir un relato posible y que recala con predilección en las juventudes que se asoman a la militancia: el de un kirchnerismo habitado de simbologías transformadoras, setenteras, que se pliegan de modo complementario a ciertas medidas de corte popular del gobierno. Juegan, y lo hacen muy bien, a la irreverencia, otros, como J. P Feinmann inciden en accesos de egolatría macartista que lejos de merecer nuestra sincero reconocimiento y admiración nos repugnan[4].

Este breve artículo es apenas un aporte para poner manos a la obra reconociendo el terreno. La disputa por una nueva generación intelectual es una de tantas, pero es central. Se aloja, de este lado, en el no abandono de la crítica radical, en la irreverencia y la autonomía situada y posicionada que solo será colectiva, sin corroer las originalidades de cada sujeto participante del recorrido.



[1] Nicolas Casullo, “Nestor Kirchner” en Peronismo: militancia y crítica (1973-2008), Buenos Aires, Colihue, 2008, pág 251.
[2] Omar Acha, La nueva generación intelectual: incitaciones y ensayos, Buenos Aires, Herramienta, 2008, página 27.
[3] Omar Acha, La nueva generación intelectual: incitaciones y ensayos, Buenos Aires, Herramienta, 2008, página 38.

[4] En su reciente libro El flaco, editado por Planeta, el filósofo le endilga la muerte (el asesinato) de Mariano Ferreyra a Jorge Altamira, líder del Partido Obrero, en lugar de cargar las tintas sobre el pedracismo.
*Esta nota fue escrita originalmente para el número 4 de la revista del CEFyL, que pronto saldrá a la venta.