Monday, July 25, 2011

Intuiciones militantes ensayadas: la novedad.


por Emiliano Ruiz Díaz


La novedad, he aquí un concepto que queremos enunciar como constituyente de nuestra mirada política y que creo adecuado y que sin embargo debe ser dicho, creo, sin regatear en algún momento, también indispensable y que puede ser este mismo en parte, una reflexión profunda acerca de qué significa exactamente esto de lo nuevo cuando lo enunciamos para dar un dato contundente de nuestra identidad. Me parece importante hablar de una nueva izquierda a la cual pertenecemos dándonos un instante para desentrañar algunas dificultades, y porque no, potenciales peligros que pueden alojarse en el seno de este concepto, sobre todo cuando lo pensamos y lo utilizamos en su aspecto teórico, lo cual implica cierta rigurosidad aunque no clásica, pues rehuímos o intentamos rehuír de falsos formalismos. Necesitamos desmalezarlo de posibles malos entendidos, ajenos pero también propios.

Me interesa pensar la novedad, como un concepto relacional y no absoluto ni autosuficiente. En el campo de las izquierdas somos algo que podemos definir como novedoso pero las izquierdas no lo son. He aquí una aparente contradicción y hasta quizás un acto de soberbia. ¿No sería acaso una arrogancia dar por sentado que somos lo nuevo cuando en realidad nos estamos trazando similares caminos y objetivos que otros miles y miles de hombres en otros tiempos, algunos lejanos otros más cercanos, y mismo contemporáneamente decidieron emprender? ¿Es acaso la idea del socialismo algo novedoso?

Estas preguntas de fácil respuesta pueden ser un primer ejemplo para pensar la cuestión que aquí intento rumiar. Somos algo nuevo porque la confluencia de una serie de experiencias, métodos, paradigmas, culturas, paisajes, identidades y banderas de recurrencia histórica se imbricaron de particular modo en un tiempo-espacio situado y dicha confluencia fue aprehendida en su específica modalidad de conjugarse para ser en esa ejercida captura conceptual el puntapié para la emergencia de una cultura ideológica que se supo distinta en ese entramado, pero resultante, al fin y al cabo de toda una red precedente. Los riesgos de autonombrarse nuevo sin entender cabalmente que decimos y que entendemos y queremos hacer entender bajo la idea de lo nuevo, comporta el peligro de hacer transitar con esa designación “mágica” una proclama procedente de las regiones del autobombo y por lo tanto liquidadora de aquello que se quiere superar, esos dogmas que necesitamos deconstruir. De lo contrario, la idea de novedad oficiaría de reemplazo del vanguardismo leninista más pueril: seríamos aquellos portadores de una luz, aunque nueva, que viene a traer todas las soluciones para construir el socialismo y a superar, por el sólo hecho de su novedad, las taras de la izquierda tradicional.

Lo novedoso es apenas –y en realidad es mucho – una apuesta por la heterodoxia que nos permita desandar los reduccionismos del marxismo clásico. Toda heterodoxia, sin embargo, aloja en su seno una ortodoxia. No existen heterodoxias plenas, o de existir probablemente sean, en el caso del marxismo y de toda teoría, su negación traficada en forma de debate revisionista. Somos nuevos pues, porque hemos decidido, heterodoxia mediante, aglutinar elementos que previamente se pensaban incompatibles aunque pertenecientes cada uno de ellos a la historia de las luchas por el cambio social y las teorías revolucionarias. Sabemos muy bien que esto molesta a nuestros compañeros de izquierdas atardecidas.

Lo relacional de la idea de una nueva izquierda es algo que el propio antagonista puede advertir, muchas veces, con mayor conciencia que nosotros. Para los bloques dominantes seguimos siendo izquierda no sistémica y eso nos aglutina pronto junto a trotskistas, anarquistas, autonomistas y populistas radicales. ¿Quiénes son estos jóvenes que dicen ser algo nuevo cuando no tienen otra cosa para proponer que la necesidad de superar el capitalismo y caminar hacia el socialismo? No dejamos de ser, por más recientes que nos creamos, zurdos, militantes de izquierda clásicos bajo la mirada desconfiante de los adversos al campo popular organizado.

Esta nueva izquierda se define como tal pues efectivamente lleva un corto tiempo de vida configurada como tal. En nuestro país apenas superamos la década y en otras partes del mundo, aquellos de quienes nos sentimos continuadores o prolongación o en algún sentido expresión, no llevan más de dos décadas de existencia, lo cual no es absolutamente nada para más de dos siglos de capitalismo y más de siglo y medio de comunismo. Este dato nos nutre de novedad, pero sabemos que entendemos a la novedad no meramente como un dato temporal, vinculado a la juventud de ciertos agrupamientos a los que pertenecemos, sino más bien pensando en los aires frescos que creemos nos traen ciertas rupturas que queremos establecer al interior de las disquisiciones teóricas y prácticas del marxismo, entendido éste en un sentido siempre amplio.

La novedad en el terreno de la teoría y la praxis transformadora comporta para nosotros un acto primero, un proceso después, de valentía herética. Quizás ahora estemos un poco más cancheros pues nuestras definiciones van cobrando cierto lugar, humilde aún, pero lugar al fin en los territorios que nos toca diseminarnos. Sin embargo, animarse a cuestionar aquello que se nos quiere mostrar inmodificable trae aparejada una actitud crítica, de no conformarse, germen inseparable de todo proyecto disruptivo y esto no siempre resulta fácil. No hablamos únicamente de desarticular estructuras de sentimiento derechistas, sino también de hacerlo con las izquierdas. Cuando cuestionamos la idea de clase, no para desestimarla, sino para reconfirmarla en un mapa más complejo de elementos, ciertas voces machaconas, emitidas por una izquierda de viejo cuño se nos vienen a la cabeza, tienen para nosotros vocablos como posmodernos, reformistas, claudicantes. Los avances sólidos de estos últimos años aún no se asoman como quisiéramos en la arena más general pero no dejan de producirse y de su mano la afirmación de nuestras certezas, nuestros símbolos. Sin embargo, y a esto quería llegar, ciertos vicios pueden asomar en el corazón de nuestro propio mapa. Nuestra idea de lo nuevo es en alguna parte de su definición también una intuición de fórmula. Cuando hablamos de una nueva izquierda damos por supuesto que otras experiencias han demostrado su agotamiento, y por lo tanto, aunque no lo digamos explícitamente, y por más que desandemos determinismos y manuales, creemos que la mano (hablo de un proceso hacia el socialismo) puede venir por dónde nosotros lo imaginamos. Momento lógico, pues necesitamos del optimismo de la voluntad y toda ideología conlleva sus esperanzas. Y este no es el problema, todo lo contrario, el riesgo reside en desantender, bajo los entusiasmos de lo nuevo, la posibilidad de que también nosotros, como parte de la izquierda, estemos equivocados en muchas de nuestras aseveraciones. Una izquierda nueva, “por venir” al decir de Mazzeo, debe estar atenta en este punto. Debemos procurar que lo nuevo no envejezca con el paso del tiempo y se reanime al calor de todas las reformulaciones que sean necesarias dar al interior nuestro, aún aquellas que nos resulten más caras.

Lo nuevo, fue también captado por las derechas. De esto tenemos que tomar nota. ¿Hay algo de las derechas circulando por nuestro corpus? Creo que no sería sincero, solo creo, negar que alguna vez pudimos llegar a preguntarnos esto cuando escuchamos o leemos algunos parlamentos del macrismo. Me apresuro y lo digo rápido: mi respuesta es no. Sin embargo estos tecnócratas dicen también ser la nueva política y que vienen a ocupar el lugar de los viejos partidos tradicionales que ya no representan a la gente y que están agotados. Apurando intuiciones y sin meterme en las múltiples aristas del tema, me arriesgo a decir que no se trata de coincidencias con la derecha, sino que también la derecha, aunque desde modos marketineros, llenos de vacuidades y con propósitos regresivos, sabe visibilizar algunos signos sociales existentes que nosotros también hemos vislumbrado en su oportunidad y que nos han significado una serie de debates y reflexiones todavía abiertos.

Cierro estas reflexiones sin dejar de mencionar su carácter intuitivo, aunque no menos sentido. Una nueva izquierda ensaya para ser tal, incluso incursionando en las base de sus frases más enfáticas y sostenedoras. Próximamente, en cuánto pueda, avanzare sobre otros aspectos de nuestro paradigma militante. Quizás para la próxima sea la hora de empezar a imaginar de dónde vendrán efectivamente los vasos comunicantes que necesitamos hacer emerger para empezar a construir una hegemonía de nuevo signo.

Monday, July 11, 2011

Domingo 10 de julio de 2011

Un muchachito pendenciero que hacía fierros conmigo en el gimnasio de Flores, se lllamaba Diego. Un coloradito del barrio, hincha de Ferro, y que ahora está alto y fuma. Un trosco de Filo fiscalizando. Felipe Pigna, demacrado, haciendo la fila para votar. Castello, el de Griego, llevando de la mano a un niñito, en la esquina de rojas y avellaneda. El juez Zaffaroni entrando a su casa. La fiesta de la democracia.