Thursday, September 19, 2013

La ciudadela inundada



La ciudadela inundada es ahora un enorme complejo tibio, dedicado al ocio y la recreación. Alguna monstruosa y subterránea tecnología le proporciona al agua la temperatura justa, que en algunas zonas preferenciales afloja un vapor pegajoso. Las familias llegan en sus botes y nadan, conversan, degluten la vianda. Se prohíbe explorar las habitaciones, las escuelas y todos los registros materiales de un tiempo sumergido. Sólo se puede conversar y realizar ejercicios corporales, pasar un rato con otros, silbar una canción. Hacer superficie y auscultar escasos metros. Todo esta indicado en la cartilla. Sólo hay que leerla. Y luego aplicarse a ella con mesura.


19-09-13 

Los goliats


Altos edificios de hormigón ensombrecen la calle y sus veredas, quitan toda luz natural. A cada lado los balcones carcomidos por la renuncia y el tiempo muestran carteles colgantes con ofertas que nadie quisiera aceptar. Son muchas y largas cuadras de sentirse pequeño ante construcciones rectangulares, de una matemática ruda y funcional. Algunas personas aún viven en los departamentos, se las puede ver colgando sus ropas raídas, de colores pasteles y ajenas a cualquier tendencia.
En cualquier momento todo puede derrumbarse sobre el minúsculo caminante, que solo puede apurar el paso, con la esperanza de llegar a la arboleda que se vislumbra bien al fondo, como una maqueta quirúrgica  Sin embargo el recorrido no parece tener fin y los goliats se reproducen como moscas a cada segundo.Es un laberinto sin curvas, del cual no se puede salir. Ni siquiera por arriba.


19-09-13

Una geometría oscura


Desde esta terraza la ciudad parece una geometría oscura. Las zonas iluminadas por algunas lámparas públicas ofrecen cada tanto el confuso espectáculo de los cuerpos estúpidos de las bestias buscando la carne viva, enclaustrada o resguardada en las alturas panorámicas, en este último caso, como la mía. Hay que moverse de un lado a otro. Cada espacio nuevo dura poco y es posible que tenga que saltar hacia otra terraza, aunque no resulta seguro que vaya a lograrlo, hay probabilidades de caer en el vacío. No tengo miedo, tengo ansiedad, vértigo, nulo tiempo para pensar en el mediano plazo. Todo se decide en un puro y carcelario presente, el de sobrevivir solitario en una Buenos Aires asediada por las bestias. Nadie sabe como ocurrió esto, solo se sabe que en la noche hay que hacerse de un refugio. Y un refugio es cualquier cosa. Categóricamente cualquier cosa: un locutorio, una iglesia, una habitación tapiada, una terraza.


19-09-13