La vacancia
¿Porqué
no ocupar las habitaciones libres? les pregunté.
Con el
paso del tiempo, advirtiendo su prescindencia, el breve pasillo que nos
comunica hacia esos ambientes se ha estrechado. Ayer estuve ahí. Respiré el
denso tufo del encierro, la polvareda estacionada en la materia pasiva, la
humedad reconcentrada. Hay algunos muebles pesados, portarretratos vacíos,
televisores fundidos, colchones infectados. Basta removerlos para que distintas
especies se echen a andar despavoridas, en un alarde involuntario de evidencia
comunitaria en los pliegues de los objetos y los rincones.
¿Porqué
no ocupar las habitaciones libres? les pregunté. Y en sus ojos noté las ganas,
y sin embargo flotaron en el silencio y el balbuceo. Sabemos que falta poco
para que desaparezca el pasaje, que estamos dejando que así sea y que estamos
propiciando la negación definitiva de la zona disponible.
De este
lado no hicimos más que acumular elementos, apilar entidades diversas,
recolectar envases, amuchar papelerío y cada vez tenemos menos lugar para
circular, esparcirnos, reflexionar, tomar unos mates, extrañarnos. De este lado
nos hicimos adictos y del otro nos hemos desmemoriado a sabiendas, sin
ignorancias.
No nos
queda mucho tiempo. Puedo escuchar del otro lado a las arañas tejer sus redes:
es un sonido persistente, ínfimo, sigiloso y áspero que me proporciona sueño, que nos duerme
a todos y nos introduce en la atmósfera alucinatoria.
Pronto
será la única forma de volver a visitar la vacancia, la oportunidad que queremos perder.
25-02-13
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