Cambios
Entraron
a la habitación. Yo me quedé en el vestíbulo, acompañado por algunos otros
muchachos nuestros y de ellos. Cada tanto se podían escuchar asordinadas las
palabras que intercambiaban, cada una de ellas referidas al negocio que debía
suspenderse decían, al menos por un tiempo. El motivo de la reunión era ese, desarmar
el negocio, desensillar hasta que aclare. Los detalles eran cosa que por
supuesto la mayoría no conocíamos, excepto los jefes que ahora estaban
conversando allá adentro por vez primera en mucho tiempo, al menos sin
conflictos de por medio, de modo dialogado. Si bien cada bando tenía en la zona
su tajada en fronteras nunca del todo aclaradas, lo cual era motivo de
disputas, algún herido, alguna muerte también, ahora con los cambios en el país
se hacía necesario buscar un acuerdo que nos permitiera no caer en la volteada
y no perder el negocio, sabíamos que la cosa venía en serio o al menos eso
parecía.
Salí
del lugar para fumar un cigarrillo. Desde allí se podía ver toda la ciudad. La
casa en dónde se discutían los pasos a seguir estaba en un descampado en las
afueras de la capital, bordeando la autopista. Había algunos perros dando
vueltas, un corral con gallinas, unas primeras casillas eran el índice de un
futuro asentamiento en la zona (tenía entendido que nosotros estábamos metidos
en eso también). A mi mucho no me importaba, sólo quería fumarme el cigarrillo
y que se terminara la reunión. Todo lo que veía a mí alrededor era pobreza,
desidia, suciedad, abandono y allá dentro, nosotros y ellos éramos parte de los
que habíamos encontrado la forma de extraer algún beneficio de toda esa miseria.
Mientras mi cigarrillo se consumía me daba tiempo para pensar en estas cosas,
todas ellas ya sabidas por mi desde siempre, antes que se anunciaran los
cambios, pero que a partir de la nueva situación habían sido una exigencia
ineludible para mi conciencia, no tanto en clave moral, sino más bien de
conveniencia, igual que los que estaban adentro de la casa ahora.
Pensaba
que después de todo, aún sin desearlo hasta el momento, y aún sin ser ni por
lejos una cuestión que se me hubiera cruzado por la cabeza con anterioridad, que
si lográramos zafar, quizás fuera una buena oportunidad para encontrar un nuevo
rumbo, no querido, pero nuevo al fin. Estaba en eso cuando escuché primero
gritos y luego tiros allá adentro. Arrojé al suelo el cigarrillo sin terminar y
desenfundé el arma. Pero en lugar de entrar a la casa para ocupar mi lugar en
el enredo, empecé a caminar lentamente hacia las casillas, y mientras me
acercaba veía como la gente asomaba las cabezas para ver lo que sucedía. Algunos
también me observaban a mí. Cuando llegué a la primera prefabricada una señora
me preguntó que pasaba y les respondí que no sabía absolutamente nada, pero que
en buena hora se mataban entre ellos esos hijos de puta. Sorprendida, mirando el revolver me preguntó
si yo no era uno de los que estaban con ellos. Y entonces le contesté que
sí, pero que ahora las cosas estaban cambiando y que había decidido dejar esa
vida. La señora me miró a los ojos unos segundos y después de decirme “cuídese”,
cerró la puerta.
Cuando
pasaron los tiros volví a la casa. Estaban todos muertos. Se habían tiroteado
entre sí. Las paredes estaban llenas de sangre. Si alguno todavía estaba vivo
no lo noté. Salí para fumarme otro cigarro. Contemplé la ciudad nuevamente: los
edificios rodeados de nubes grises, el ruido constante de los autos que pasaban
a toda velocidad por la autopista, el olor de la quema, las chimeneas de las fábricas
arrojando humo.
¿Será
posible cambiar todo esto? Me pregunté. No encontré respuesta. Sólo lo que me
rodeaba, toda esa miseria y toda esa muerte. Pensé en fumarme otro cigarro
antes de que llegara la policía.
19-12-12
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