Theoden
Theoden,
un rey que supo ser justo, con el pasar de los tiempos es absorbido por los
venenos del mal consejero Grima, engranaje y esbirro del oscuro mago Saruman,
quién también a su vez forma parte de la cadena de aquellos que han sucumbido.
En El señor de los anillos, Peter
Jackson compone para ilustrar al personaje de JRR Tolkien, a un rey que
evidencia su conversión en los múltiples pliegues de un rostro prematuramente
envejecido, pálido, con la vista extraviada, cercana a la ceguera, el ceño afligido
y un pelo tan encanecido como enmarañado. Sólo queda de aquel hombre salomónico
una corona y un trono en el cual tirita su frágil cuerpo, acicateado no por los
devenires etarios sino por la perversión, el embrujo maléfico por el cual se ha
dejado maniobrar.
Hoy
por la mañana, antes de salir a trabajar, encendí la televisión y recordé a
Theoden. En el banco de los acusados, a la espera de una sentencia, hacía su
descargo final José Pedraza, líder sindical ferroviario, responsable político
del asesinato del militante trotskista Mariano Ferreyra. No pude evitar
cotejarlo con el personaje de Tolkien. Apenas diferenciado de éste por la
estudiada serenidad que da la clásica peineta ortodoxa, todas sus facciones me
hablaron, no solo su lenguaje, de un cúmulo de sedimentos impregnados, apenas
disimulados por setenta años de edad, huellas que testimonian la traición
acuñada en un semblante. Vi en esos parpados cansados, caídos, que recubren
unos ojos acuosos, la mirada del fundido, del que quiso negarse a sí mismo y
siente que todos lo reconocen en esa clave, y por eso no puede hacer otra cosa
que mostrarse como tal, al punto de que su cuerpo ha decidido cristalizar el
mensaje sin necesidad de verbalidades.
Pero escuché también sus palabras, que recorrieron cansinas la urdimbre de la historia reciente de nuestro país y nuestra clase trabajadora, como ecos que aún perviven a modo de anecdotario en el Pedraza arrobado por las patronales, de bigote recortado, el que en conversación campechana le comenta al ministro de trabajo Carlos Tomada que los sindicalistas aburguesados “son de los nuestros”. Las palabras de inocencia que proclamó esta mañana ante los presentes, incluida la madre de Mariano, fueron desmentidas no ya por las evidencias, sino por su triste figura, la de la derrota.
Pero escuché también sus palabras, que recorrieron cansinas la urdimbre de la historia reciente de nuestro país y nuestra clase trabajadora, como ecos que aún perviven a modo de anecdotario en el Pedraza arrobado por las patronales, de bigote recortado, el que en conversación campechana le comenta al ministro de trabajo Carlos Tomada que los sindicalistas aburguesados “son de los nuestros”. Las palabras de inocencia que proclamó esta mañana ante los presentes, incluida la madre de Mariano, fueron desmentidas no ya por las evidencias, sino por su triste figura, la de la derrota.
Escribo
estas breves líneas en la expectativa de los minutos previos al veredicto
final, que la mayoría social anhela contundente y ejemplificadora. Pero quiero
agregar algo más. Theoden, esto no lo dije antes, finalmente se redime, consigue
librarse del influjo del mal, después de todo fue engañado por las fuerzas
oscuras. Para Pedraza, en cambio, ya no hay vuelta atrás, no hubo ningún
espíritu malvado que lo empujara a ser partícipe de la entrega, los negocios
empresariales y el crimen de un militante social. Eligió por su propia cuenta un
camino que podemos ver en su rostro resignado, pleno de marcas elocuentes.
Se sabe
que no es el único.
19-04-13
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