Friday, October 21, 2011

Libia, Irak y América Latina: el imperio y sus “triunfos”

Por Emiliano Ruiz Díaz

Un día después del asesinato de Muamar Kadhafy, el presidente de los Estados Unidos Barack Obama, anuncia para diciembre, ocho años después de la invasión, el retiro definitivo de las tropas norteamericanas del territorio iraquí. Simultáneamente a esto, firma acuerdos de libre comercio con Corea del Sur, Panamá y Colombia. De un día para el otro, el imperio comandado políticamente por Obama intenta mostrarse triunfante de cara a la opinión pública mundial: contribuye a derrocar una tiranía en Libia, cumple con la promesa de pacificar Irak y alienta el “justo y libre intercambio” con naciones de Asia y Latinoamérica. Todo tan casual y encadenado que al fin de cuentas parece planificado de cara a las elecciones presidenciales que se realizarán el año que viene en Estados Unidos y en las cuáles Obama intentará revalidar su mandato.

Sin embargo, cada unos de estos “trofeos” expuestos públicamente por el gobierno norteamericano, no son completamente tales, y aparecen como respuestas a un trasfondo crítico y de adversidades diversas para dicha gestión. Descontextualizadas y desvirtuadas, cada una de estas imágenes parecen hablar de un momento de fortaleza para la que aún sigue siendo la mayor potencia mundial; pero por el contrario, éstas postales no logran siquiera empañar los datos políticos de la actualidad que hablan de otra cosa. Es sabido que la guerra en Irak iniciada por Bush en 2003 ha demandando enormes e inusitados gastos para la arcas gubernamentales y que es una invasión que ha provocado miles y miles de muertos que ni siquiera pudieron ser justificados a partir de la comprobada inexistencia de las armas de destrucción masiva de Saddam Hussein. ¿Se supone que después de 8 años de ocupación y muerte, la humanidad debe agradecer navidades mediante el retiro de las tropas estadounidenses de Irak? A su vez, al menos en lo que toca nuestro continente sudamericano, el Tratado de Libre Comercio acordado con Colombia, no sólo es una muestra de que este país hermano es actualmente un enclave imperialista en la zona, sino que es un camino individual que Estados Unidos tuvo que darse, pues su apuesta regional, el ALCA, fue derrotada en 2005 a partir de la unidad del conglomerado heterogéneo de naciones suramericanas que con distintos móviles generaron la fuerza necesaria para frenar este “libre intercambio” que entre otras cosas permitía que los productos estadounidenses entren sin aranceles a los mercados del continente, sujetando y destruyendo las economías locales.

Por su parte, el caso de Libia ha constituído todo un dilema para los analistas políticos mundiales y en particular para las izquierdas. Una rebelión popular con demandas democráticas emergente del contexto de la “primavera árabe” en los países del norte de África se ve a los pocos meses, y con autorización de la ONU, intervenida militarmente por los países potencia que componen la OTAN, entre ellos Francia y Estados Unidos. En torno a este conflicto que aún no se ha cerrado, han desfilado todo tipo de posicionamientos políticos y la mayoría de ellos con puntos atendibles al tratarse de una situación que le escapa a la división tajante entre blanco y negro. Sin embargo, antes de tratarse de una cruzada a secas democrática, me interesa resaltar, sin neutralizar las múltiples conclusiones que puede arrojar el caso, que constituye un motivo que puede mostrarse como festejable para las grandes potencias occidentales pues arroja la idea de que más allá de las crisis financiera, son ellos los que ostentan la tecnología militar más monstruosa y desarrollada de la historia y que si deciden condenar a un gobierno tienen el poder de intervenir para derrocarlo. Todo un mensaje general para los pueblos y gobiernos que han decidido enfrentar verdaderamente al imperio. Probablemente la caída de Khadafy pueda abrir a futuro una etapa de mayor participación para el pueblo libio, esto no puede descartarse aún con las defecciones del CNT y su sometimiento a los países agresores, y sin embargo la amenaza a nivel mundial que ha lanzado una vez más el imperialismo se ha acrecentado y efectivizado con estos hechos, todo en tiempos de una evidente crisis civilizatoria. Quiénes deseamos otro orden mundial de las cosas, no podemos perder de vista este punto nodal del asunto y tenemos que defender el libre derecho a la autodeterminación de los pueblos. Sabemos que ahora van por Siria.

Más allá del desagradable impacto de ver a Khadafy moribundo, pálido y sangrante, rodeado por la algarabía de los combatientes, debe decirse que el líder libio ya no representaba una figura revolucionaria en ciertos aspectos como supo serlo en otros tiempos, y en esto coinciden buena parte de los analistas e historiadores internacionales. Si bien el Comandante Hugo Chávez Frías (junto a Fidel Castro) fue uno de los pocos líderes mundiales que denunció la invasión imperial y propuso una salida negociada al conflicto, no es sostenible la idea de que Kadafy resultara un gobernante intachable. Las informaciones indican que sobre todo de 2001 a esta parte había buscado (y conseguido) el amparo de las autoridades europeas e incluso yanquis a través de diversos acuerdos político-comerciales. Lo cual incluyó la privatización del petróleo anteriormente nacionalizado por el propio Khadafy y la colaboración a favor de la lucha internacional “contra el terrorismo” (lo cual habla también de la hipocresía imperial). Las defecciones del ahora muerto líder libio fueron cuantiosas (también en el terreno del ejercicio del aparato represivo) y no pueden ocultarse. Simultáneamente, también debe decirse que tanto las naciones potencia como sus aliados, las grandes cadenas globales de comunicación como CNN y sus reproductoras locales, intentaron permanentemente igualar al gobernante Libio con algunos de los líderes revolucionarios de nuestro continente, tanteando el terreno para producir hechos similares, por ejemplo, en Cuba.

Así los sucesos de Libia son esgrimidos como un triunfo por Estados Unidos, pero como un avance que necesita mostrar en la región ante la caída de gobiernos aliados en el norte de África como resultado de la agitada “primavera árabe” (por ejemplo Mubarak en Egipto) y sobre todo de cara al planeta en el contexto de una crisis capitalista internacional sin precedentes desde 1930 y que empieza a servir de plataforma para la irrupción de los pueblos y su disconformidad en buena parte del mundo entero. Los indignados y los huelguistas, aún con todas sus particularidades, representan en Europa, pero ahora también en el corazón financiero de Estados Unidos, un desafío que hacía rato no emergía con tanta masividad y contundencia en el seno de los países del llamado primer mundo. A su vez, en nuestro continente, otrora “patio trasero”, los estudiantes chilenos y colombianos se rebelan contra la privatización de la educación y por ende contra las políticas de los gobiernos descaradamente aliados al imperio. Movimientos estos mencionados, que se desarrollan en el marco de una integración latinoamericana todavía incompleta, pero liderada por procesos diversos, de transformaciones moderadas a veces, más profundas en otros, y que en algunos casos se proponen terminar explícitamente con el capitalismo.

Este es el marco en el cual Obama y sus seguidores europeos salen a mostrar sus triunfos. Los pueblos que queremos sociedades justas, libres, soberanas y realmente igualitarias no pecaremos de optimistas, pero tampoco de pesimistas. Tenemos grandes tareas por delante en nuestros lugares de lucha y organización para poder transformarlo todo, sin resignación ni posibilismos.

21-10-11

0 Comments:

Post a Comment

<< Home