Tuesday, October 10, 2006

Un queso muerto (folletín en doce entregas)


I
Escucho ruidos en la cocina mientras descanso en la cama de la habitación, recostado. Al rato voy a comprar unas facturas para la merienda y el tipo que atiende me dice: “Seguro son ratas, las hay bastantes en la zona y más en esta época del año”.
Tengo que conseguir una trampera.

II
Los ruidos siguen. No me molestan por ahora, pero si hay de esos bichos haciendo sus cosas en la casa es probable que crezcan y por lo tanto recrudezca la fuerza de los sonidos. Supongo que en ese caso el asunto empezaría a perturbar mi tranquilidad, mi pereza.
Recibo un llamado de Adriana: “ En algunos supermercados creo que las venden”. Adriana siempre cree que o en el mejor de los casos no podría afirmar, pero está casi segura de.

III
A eso de las cuatro de la tarde, un rato después de levantarme, veo una cola negra y dos patitas rosadas que se escurren presurosas hacia la cocina. Cierto que tengo ratas, pienso.
Prendo la tele y engancho una película de una mina que no tiene sexo con el marido pero clandestinamente trabaja de puta. Se hacen las ocho de la noche y me agarra sueño otra vez. La rata vestida de frac saltaba como un sapo a la vez que arrastraba de una soga atada al cuello un ejemplar de La peste. “Es primera edición”, me decía.
Cuando despierto son las tres de la mañana y ya es tarde para salir a comprar la trampera.

IV
A las ocho de la mañana el sol traspasa la ventana y me da de lleno. Tengo que salir de la cama y tirarme en el rincón de la habitación que todavía deja a la sombra permanecer. Antes arrojo por ahí la remera que esta hecha una sopa. Una hora después vuelvo a salir del sueño por dos motivos: el calor y los ruidos. Parece que se comen la madera las ratas. Tengo hambre, desde la merienda del otro día que nada. En una de esas las bestias saben lo que hacen y la madera tiene lo suyo. Madera. Las tramperas. En los dibujos animados son de madera. Voy a comprar ahora mismo una de esas cosas.

V
Ahí están sobre la mesa, la trampera y el queso. La trampera viene con un cebo mortal incluido, pero me parece más artesanal la idea del queso. En los dibujos animados es así, la trampera y el queso. No sería lo mismo sino.
Adriana: “te extraño”. Yo: “yo no”.
A la puerta de la cocina le falta un pedazo abajo. Si por lo menos tuviera la seguridad de que no se la van a comer entera las dejaría tranquilas, pero me temo que sería difícil llegar a un acuerdo con ellas. Además hacen ruido y a veces me despiertan.
Una rata vuela por los cielos de Buenos Aires y me dice que no es murciélago, que es rata que vuela y sólo eso. Me despierta un ruido fuerte. Desde la cama veo que la puerta se acaba de caer. Ya me levanto, un rato más y voy a tratar de recomponer la puerta, un rato más y ya estoy ahí...

VI
Hice las cosas al revés, primero active el mecanismo y después quise poner el queso. Si llego a colocarlo ahora me cae la trampa en los dedos. Eso debe doler mucho.
Ah, bien, del queso restan sólo unos pedazos de envoltorio sobre la mesa. Menudo festín se habrán dado las turras, tanta puerta de cocina y de repente un manjar así. Parece que también comieron sopa, es decir, de la remera reconocí el bordado gris debajo de un montón de pelotitas negras muy curiosas. Adriana dice: “esa es la mierda, infeliz”. Adriana llora y me pone nervioso. Te quiero Adriana, no le digo.
Esta oscureciendo y me da sueño. Me tiro en la cama como para dormir y lo último que veo es una rata comiéndose el cable del teléfono.
Chau Adriana, ya no tenemos forma de comunicarnos.

VII
Congelada en un gesto de desesperación, hoy murió una. La verdad es que me produce un poco de compasión así que la voy a dejar ahí, en la trampera, en la mesa, en la habitación, en la casa, en la muerte. Si no la pienso sacar, entonces tengo que comprar otra porque los ruidos siguen y la puerta en el suelo se achica cada día un poco mas.
Abro la puerta y unas escaleras descienden. Está de penumbras, las luces rojas de miles de topos que me miran iluminan a su modo los escalones. Cuando finalizo el descenso llego a una habitación en la que se encuentra Adriana revelando una foto. En la foto hay un queso. Un queso muerto.
Los cantos enérgicos que llegan de afuera me fuerzan los parpados a replegarse hacia arriba. Estoy tirado sobre la puerta sobre el suelo, a medio camino entre la cocina y la habitación. Parece que pasan cosas allá afuera. Debe ser el aniversario de algo o de alguien.
¿Por qué cayó en la trampera sino tenía comida?

VIII
“Traeme tres tramperas, traeme”, le digo al vecino de al lado que me dice como no, si usted anda mal de salud y se le nota, faltaba más.
Se me ocurre leer pero quedan pocos libros. Los libros no muerden y las ratas todo lo contrario. Se ve que aprovechan cuando duermo para arrastrarlos de la biblioteca al refugio de la cocina que debe tener por entrada un pequeño arco negro como en los dibujos. Bueno, aunque pensándolo mejor es medio difícil que sea así porque sino los libros no podrían pasar. No, tampoco, ya sé. ¡Ahí voy!. La entrada debe ser... ¡ya va!. La entrada no es un arco. ¡Dije que ya abro mierda!. Es una ranura rectangular del grosor de un libro promedio. Lo sé.
Gracias, si, estoy bien, no se preocupe, cuando pueda le pago, si, vayase de una vez.
Tres tramperas nuevas, activadas y sin carnada ahí sobre la mesa están.

IX
Es de noche y por el silencio intuyo que es probable que sean algo así como las cuatro de la mañana y no las doce como se me ocurrió recién al levantarme de encima de la pila de libros que todavía sobreviven e intenté masomenos proteger de la vorágine de estos roedores que me tienen incómodo con sus actividades vitales y también mortales, porque la que murió la otra vez que no me acuerdo bien cuando fue, está empezando a descomponerse y larga un olor que decir que da náuseas es poco descriptivo si se quiere hace honor a la verdad. Uf. Siento que tengo el cuerpo flojo. Un recueste y ya.
Esa rata se esta llevando un libro de Lovecraft, ese que tiene The rats in the walls.

X
Hago una confesión: hace días que no como y no puedo recordar mis sueños como antes. Apenas puedo evocar fragmentos fugaces de un gato oriental fumando pipa en el Obelisco y mi vecino rompiendo un televisor con una cabeza de Piazzolla en forma de martillo. Nada más, lo juro. Encima huele a mil demonios.
Recién tocaron la puerta y no respondí. No sé quien pudo ser. No tengo la menor idea.
De todas maneras, todavía pasan cosas como que un chasquido me bastó para saber que cayó otra.

XI
Supongo que en estos días rompí con las fuerzas del hambre. No me importa comer, no tengo hambre, no voy a responder a esa obligación sino la siento como un deseo.
Estoy recostado, bastante cómodo debo decir, debajo de la mesa que ahora es mi paraguas. Garúan gusanitos blancos a mis costados. Huele muy mal y llueven gusanos, quien lo diría. Este no es de esos sueños alocados, es la realidad que me circunda.
Ratas, compañeras, ya tienen alimento nuevo: los gusanos que son las dos ratas que murieron por mi culpa. Acérquense y coman gusanos con gusto a rata que seguro es un aperitivo muy bueno para la digestión.
Eso si, a mi no me coman que les pongo más tramperas.
Golpean de nuevo. Yo, en silencio.

XII
Golpean los policías.
Chasquea la tercera.
Golpean los policías y Adriana.
Chasquea la cuarta.
Así, todo de golpe.
Encuentro respuesta: las ratas se anticipan, las ratas también se quitan la vida.

10 Comments:

Anonymous Anonymous said...

todos mis principios son ahora inútiles: emiliano se bloggalizó; estoy a un paso del suicidio

5:27 PM  
Anonymous Anonymous said...

"Yo me debo a mi público"

Pablo Codevilla

6:07 PM  
Blogger A said...

muy buena la elección de la palabra trampera! genial!

8:50 PM  
Anonymous Anonymous said...

Jajaja, las ratas. Nosotros tuvimos que tirar abajo la casa y hacerla de nuevo para librarnos de ese problema. Stephen King tenía un zótano en la cabeza que estaba lleno de ratas. Ojo con esas, son jodidas.

6:15 PM  
Anonymous Anonymous said...

hace unas semanas me compre un cuaderno. de tapas blandas, naranjas... bastante setentoso. tengo en mi morral unas hojas escritas en un cuaderno, setentoso. poco pintorescas como las paredes peladas de mi habitacion que nunca pinte. hago mi comentario. pense en eso. en las ratas y eso. un cuaderno. las paredes manchadas de humedad. la presion. las tortugas del horoscopo maya. que anhelan el hogar... hogar. como el mio. estilo neuropsiquiatrico.

6:09 PM  
Blogger IK said...

Oh Darling...Cuanto Hippie se presenta a comentar tus penes. Solo quiero decirte que sos un pene erecto.....pero erecto de verdad.

7:39 AM  
Anonymous Anonymous said...

Optimus hoc est!!!
Seguí así, Aemis, lo lograste, estoy entrando todos los días porque quiero saber cómo siguen tus folletinesssssssssssss!!!!!!!!!!

9:14 AM  
Anonymous Anonymous said...

Ay... Como que de pronto me imaginé a Aemilianus almorzando con Mirtha Legrand tras haber recibido el Premio Clarín...
Te quiero Aemis! El saber que solo falta un episodio para finalizar la entrega llena mi vida de angusti y me hace preguntarme qué carajo voy a hacer con ella cuando hayas terminado de postear...

10:26 PM  
Anonymous Anonymous said...

comparto el sentimiento mme m!

9:52 PM  
Anonymous Anonymous said...

se me esta hundiendo la frente, emi. y por ese hueco se me cuelan los pelos del flequillo. ya llegue a tener deformidad en todos lados. yo no se. a mi me va a dar algo.

2:38 PM  

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